13.6.11

chus fernández / dejemos al chico tranquilo (extracto)

 .
me diste la errancia y yo me fui de tu casa agradecido / volvía traía un imán y un faro / 
había tiempo porque podíamos gritar que no había tiempo te quieres ir ahí ya estuviste no hay / 
más en la voz / ni hogar en el acento se arriesga quien no es saciado la insistencia describía / 
su carencia no confiaban en sus armas porque desconocían sus objetivos hablaban de las 
jaulas que buscaban para sentirse lejos de sus jaulas pedían ser ligeros pero / no leves para 
que nada faltase / habría que registrar los pasos
después de haber nombrado el final
del camino qué / parte hacia qué / parte
            cristalizará en su memoria el gesto y les entregará la fusta el susurro
sé lento en el arrebato guarécete
bajo la ausencia
del signo
sucede
para que sean los nervios conjura
une extiende añade una mesa amplia sobre la que esbozar
unas cuantas vidas migas canales
de otros timbres
cuando dejen de vibrar las agujas soltarás el cabo no vuelvas
la vista en el fondo renuncias a la soga éste no fue un día perdido
                                                                                                entre las ortigas
asomaban pequeñas flores azules
                                                                       notas
en este nido aquel fervor
alguien escucha
con cada palabra un hombre cambia
piensas en aquella otra una vez tan cerca dejaste caer tu mano sobre sus marcas y ella 
se apartó
se echó hacia atrás sin mover los pies de ti se alejó todo lo que pudo no saltes la valla
este jardín es mío con nosotros ¿qué pasó?
tú siempre estás
se equivoca sólo hay zarzas malezas
con las que evocar un fuego
por qué sólo habla
cuando cae
la piedra la gota la rama
por qué sigue buscando
                        el poso de la sobremesa en los ojos de los otros esto no es una siesta
esto es el sueño de ayer es decir / no tuvo ayuda del viento / a merced de la percepción 
qué no daría por recuperar
las proporciones se entrega vuelve a su estancia cuadra
como el perro no llora pide
que la norma sea por la tensión dictada         
el que se queda en casa cuida / durante el invierno
entre la franja y la huella
nada cabía
y ahora vuelve
al son
de lo que se va no vio en el prado cuenco y no hubo mañana
sin fisura lo alumbrado muestra lo que se consume frente a la caja aguarda
envuelto en la melaza que desde la estantería de los chicles / le llega un día
cualquiera empujar hacia atrás la silla tocar el cristal con las manos sobre los muslos decir
todo está bien no es otra la palabra
no hay nube sin ruina para ti
era cálido el filo qué pulso
es el pulso de aquél que a media tarde acercó al tímpano
la piedra el canto
raído y todavía húmedo para encontrar allí el roce
de las primeras aguas cualquier fiesta
hiere porque cincela una dicha sin cauce un pesar desatendido guarda el pasado /algo bueno 
hubo/ veces que yo / devuelve la piel el color a la fruta y no olvida el tono / que al líquido
se debe yo ya sé que esta voz allí pero ¿qué pasa
con la boca
del pozo con el borde agrio del cubo con la estrella que se desplaza sobre las lápidas
banderas y cultivos y a la que a veces llamas
tu edad?
está aquí la orilla
sean las corrientes para el tránsito
durante la noche
acudía al caldero para suavizar la agonía de los músculos
y le pedía al arroyo que arrastrase de sus labios el nombre de las hierbas
sólo es bueno en el cierre quien vislumbra
un nuevo comienzo también él quería / dejar / la suerte para el segundo tiempo // porque 
abre un paréntesis ignora / cuánto se aleja donde la sed crece // sólo de una cosa está seguro
            es tiempo
de encontrar
                                               otra nube se aloja
una vez más en el oído esto es para mañana
:                       ligan bien
la infección
y la combinatoria
no lo olvides
levanta
un último andamio
ante el brote di siempre todavía no
recorre el sendero entre las piedras guarda bajo tu camisa las flores de tus muertos
siente cómo se desplazan sobre tu pecho cuando giras
la llave en la cerradura
y hazlos entrar otra vez en casa
mide con tus uñas el grosor del tejido
                                                                   si aquí vas a vivir
acércate aún más a la caliza anota cada desprendimiento cada relieve yo sé quién manda
bajo la carpa del circo la ovación precede al látigo al alambre reduce la distancia entre 
la sien y el colmillo no valemos / lo que el metal cuesta no me atrevería a decir lealtad
cuando no hay más que falta / de interferencias algún roce
que presentar como razón
de cuanto carezco dependo   
tan lejos no quiere no abrigan hoy / misterio las cajas de cartón abandona para qué 
las imágenes cuando puede hablar de todas sus posesiones acumuladas una vez más al 
fondo del pasillo no sabe cuál es su estado qué región
es buena para el almendro
acude
también hoy al arenal
sólo es ver                  
pero               
nada que no roa
                        será
                                               canto que ayude                                              
pasados los juegos
dejemos al chico tranquilo
no ya suya la llama / no quiere / una edad menor cuando vuelve igual que el ojo inmóvil 
encara el ruido sin cuño sólo encuentra el frío de las aulas papel inflamado por una 
calefacción escasa aquella rugosidad de los metales que también hoy se opone / vueltas las 
manos regresa / la pena un niño sentado en el borde
cuyos pies se balancean
sobre estas aguas
que cubren
la cruz y el recuerdo
de unos pulmones más amplios
falta ahora
lo que entonces no hubo
alguien corre
ahí tienes una historia
si nada trenzan tus horas habla
tampoco el eslabón
acoge en su hueco la luz ni absorbe el brillo que el bronce devuelve
rasgas vives en lo que una vez viste en la cocina
a oscuras la resistencia
del horno repartía pequeñas brisas anaranjadas a lo largo del marco de la puerta
no digas pregúntate y en tu mano caerán cenizas tu pienso
quisiste arraigar / en el sonido con el que se abren y cierran los cajones más viejos 
para ir más allá doblas la lengua no sigas andando se hilan las virtudes / para ello un credo
:                       en movimiento de mí se caerán
mis espinas
aunque no se cierren así mis llagas
y un mandato
:           dame ahora una bandeja
que no ofrezca entre los restos
del azúcar
tu reflejo eso debería ser la voz nada más
grande que el odio que al despertar siente el escultor hacia el barro en su piel tras la noche 
seco tu salmo / incluye / un verbo que desconozca / el cobijo de la caries el vehículo que puede 
ser la saliva un fraseo que no se disuelva en las yemas la sintonía la frecuencia sabe el dial 
del origen de la emisión la claridad las obstrucciones el ritmo liso del ensimismamiento esto 
bastaría para describir la pausa
:           está vacía la bolsa
en la que quisieras volver a meter tu mano dormida
te preguntas en qué pensaba el cartero mientras dejaba en tu buzón
aquella postal en la que te decían adiós persigues una corriente
libre de canales una palabra que por sí sola prenda
y al margen de ti raíces
se vuelva ten cuidado estilo es estío y estigma
por eso debes estar siempre en otro sitio nunca anclarte dejarte arrastrar
también hoy por la luz de los glaciares
si pudiera irse volvería
el hartazgo
difuminaría los resortes y con ellos el vacío
cáliz de las intenciones
ahora sí no de hablar no digas di
sueño con un silencio que traigan otras manos sueño con mi antigua insuficiencia
son esos los mimbres de mi celda avanzo en la extrañeza paso que lleva de la astilla a la 
amapola cualquier rincón donde no sea el silencio / fronda qué suelo puede haber / para esta rueda
la estirpe habla
levantaba un remolino con las hojas y cazaba es de oro el viento
cuando reúne la cadena silbaba era ése el mensaje del columpio con el impulso de los tuyos
está el cielo más cerca un día serás el goteo que ajeno al párpado se hermana
en el líquido en el que desaparece pátina nuestra que el retablo no guarda
renuncias
ya a la tutela del hueso quisieras existir en el caldo que en la hoja vibra y no es aún llamada
en el habla
a veces
se hace un nudo
y eso vale
para que la miel se disuelva ha de girar el cobre qué fuerza es ésta
que de ti exige / tanto y nada / espera fue el placer / tu plegaria tu placenta / y ahora es el 
terror cualquier cosa en su origen o en su clausura los niños lo saben aún no en pie y ya es difícil
se trata tan sólo de alejarse / lo máximo posible del centro /  sin llegar a perderlo
nunca de vista hablar
continuamente
de lo nuevo
que se repite campos abrasados
fibras diluidas en el sudor el delirio y la vigilia
en la negrura tibia de un cojín nada cala en esto que se piensa
pero todavía hoy / vibra mi reflejo en el abrevadero
                                                           en una esquina el vidrio
y en su interior una llama
por última vez baila
que los huecos hablen
de quienes en los huecos duermen esa línea
del pensamiento cuanto no tenga su por qué
sirve
su padre le dijo búscalo con un candil si tienes
                                                                                  miedo a caer
                                                                                                          mira hacia arriba
sólo se moverá cuando el aire afirme
que es bueno su ramaje su lentitud contaba estoy perdido si no me crees fíjate
en el lomo del caracol su morada el laberinto 
                                   no hay forma             
de darte vida dios no pesa la cuchara ésta es mi casa quién eres tú
cuál es
tu historia
                                   frente a los cantos
un viejo gritaba estás en mal sitio
para que pase la gente ¿qué piensas hacer
ahora / que has visto la elasticidad de los límites
ignorarlos como quien afronta un verano
o arrojarte contra ellos
aunque sepas
que por ellos serás devuelto
abandonado
en un rincón                          
más lejano
que aquel desde el que te acababas de arrojar? ¿esto es todo? ¿por qué
no te dejas caer? sólo en la ignorancia eres fuerte
pero no todos los niños sueñan / con otros muros despertarse
dos palmos más cerca del techo algunos sueñan con un puente
a cada paso más ancho que por una vez más arriba
se eleven en silencio las gaviotas es eso lo que piden
vagan pasean intentan recuperar / su posición inicial
no soy de aquí
decías
a cualquiera que a ti se dirigiese
con un mapa y encima del mapa un dedo
sobre la hoja amarilla de una agenda atravesada por las letras más grandes
grabadas con el esmero del encuentro anunciado la llegada próxima
la huida interrumpida y siempre aplazada no soy de aquí
decías para evitar detenerte en detalles romos agotadores
para no verte / obligado a reconocer que tampoco tú
sabías / cómo llegar al parque cómo / dejar atrás aquel barrio esta parcela
de tu memoria porque la piedra brilla la llamas piedra preciosa
también a ella le niega la falta de claridad su valía ¿en qué te hace pensar
eso en tu vida tal vez la arena que cae tu sangre / en la manzana la indiferencia ese halcón
al que ninguno de nosotros mira y cuya sombra a todos nos cubre? tiemblan mis hombros
bajo su vuelo se estrecha el túnel y la tierra / diaria que me brinda se lleva mis pasos sin
ofrecerme siquiera la posibilidad del hundimiento // es ésta la mentira de la luz
:                                  se apoya en las cosas
que sin ella para nadie existirían en todo cuanto hay
en ti que no está en tu cuerpo y te regala una forma
de distracción el olvido / de ti mismo mientras miras
esas cosas a las que la luz expone / pero es en la revisión
en el segundo enfoque donde reverdece el óxido
la grieta aún más se abre se manifiesta la hiel cuando nombras
el mundo es para decir que por el mundo eres nombrado
se vació mi encía frente al mar
en aquellos ojos en aquella altura que no coroné allí se rompió / el hilo
de mis músculos se descolgó el último gajo mis tendones lo dijeron
no guardaste nada para la vuelta ya nunca más erguido este cordero te esperan las cajas es el fin
de la mudanza sólo quedan papeles y cosas el silencio / en la carretera no dictará tu suerte
porque sólo tiene una cara tu moneda dale la vuelta al espejo envuélvelo
en una manta es lo último que se guarda / se abrieron para ti las puertas del sótano
suavemente bajaron tus párpados las hierbas de este bosque el tiempo la prensa / te lo advirtió
:                       el pan altera la ruta del pájaro
pero nadie quiso hablarte
de la voluntad de los helechos su empeño su decisión
también a la cuna el rocío destroza para eso está la tierra
para sellar las grietas que la humedad y los nuevos inquilinos
abren en la caja mi último lecho la casa final // una vez aseguré el cartón pasando la cinta dos veces
pero ¿cómo puede asegurarse la madera? el vapor exhibe el relieve azul de tus manos
los morados conductos que no recordabas ¿para qué vas a medir
la distancia que separa a los platos de la balanza cuando puedes asomarte al hueco de la escalera?
¿por qué no te dejas caer? ¿por qué insistes por qué sigues guardando tus billetes de tren
no has visto que el destino se borra y con él se van la fecha la hora tus huellas?
sobre tu corazón siempre habrá
una mano abierta
esperando
a que alguien deje allí algo
que tal vez no exista algo tuyo
se lleva la piedra cuando pasas
cuando caminas junto al muro la piedra llama invoca
se dirige a una parte de ti que no retienes y se desprende
ahí se instala es suya
a ella debes esa zona otra y nueva
esa voz que a tu vuelta enumera todos tus nombres
porque tenemos piel estamos solos
.




Chus Fernández (Oviedo, 1974) es autor de los textos narrativos Los tiempos que corren (Trabe, 2002), Defensa personal (Castalia, 2003) y del reciente Paracaidistas (Trea, 2011). Es editor del fanzine Material de desecho.