Figurantes
A Juan Carlos MestreJames Rufus Agee, que vivió durante dos meses con los aparceros de Alabama durante la gran depresión, escribió los guiones de La reina de África y La noche del cazador y murió de un infarto en un taxi de Nueva York.
El mayordomo de Maupassant, que nunca se recuperó del tercer suicidio de su señor.
Clarence Roberts, sicario de un gánster. Cantaba como tenor de su parroquia en el coro de los domingos y asesinaba por las noches.
Ramón Enríquez, pescador de tiburones, quien, contra todo pronóstico, murió una tarde de galerna con los naipes en la mano junto a los cestos de la carnaza.
Mario Ezequiel Brindisi, puntero derecho, virtuoso de la armónica con la que tocaba fados y boleros hasta hacernos llorar de alegría o desconsuelo.
Tom Nash, compinche de Mark Twain, patinador nocturno en el Mississippi al abrigo de los grandes vapores fluviales.
Juan Nepomuceno Carlos Pérez Vizcaíno, ese cuate escritor y fotógrafo que se hizo llamar Rulfo para que no se perdiera el apellido de su abuela por el sumidero del olvido.
Frank O’Hara, poeta y dramaturgo, combatiente naval en el Pacífico. Amante de Joe Brainard, murió arrollado por un vehículo en la playa de Fire Island, estado de Nueva York.
Ada Falcón, cantante de tango en la época de entreguerras, quien en la cumbre del éxito se retiró a un convento de clausura y se hizo monja franciscana.
José y Juan Viñals, tipógrafo y óptico respectivamente, poetas, hijos del panadero catalán que fundó el cementerio de Corralito, Argentina, allá por los años treinta, y del que fue uno de sus primeros moradores.
Pietro D’Abano, astrólogo y filósofo cuyo cadáver fue quemado por la Inquisición por haber tenido tratos con el diablo.
Mariano Azuela, escritor de los pobres, médico del ejército de Pancho Villa.
Fermina Ocaña, natural de Uclés, provincia de Cuenca. Modista privada al servicio de los Peñasco, sobrevivió al hundimiento del Titanic, peregrinó a su pueblo por cumplir una promesa, y abrió una pensión en Madrid, lo más lejos que pudo del mar, a donde no regresó jamás.
Johannes Kepler, matemático y astrónomo estudioso de las órbitas planetarias. Viudo de dos esposas y superviviente de varios hijos, murió solo y pobre en una ciudad extraña intentando cobrar una deuda para aliviar sus penurias.
Gutierre de Cetina, soldado y poeta, por este orden, autor de los más bellos madrigales, muerto en un duelo a espada bajo la ventana de su amada.
Andrés Cepeda. Anarquista y homosexual, letrista de tangos. Algunas de sus letras fueron cantadas por Gardel.
Carl Ludwig Long, saltador de longitud alemán. Aconsejó a Owens sobre cómo efectuar su último salto en los Juegos del 36. Perdió el oro frente a él y se ganó el odio de Hitler, quien lo envió a morir en el frente de Sicilia durante la Segunda Guerra Mundial.
Antoine de Tounens, procurador de los tribunales franceses, masón, que se autoproclamó Rey de la Araucania y la Patagonia. Deportado en cuatro ocasiones desde la República Chilena, acabó sus días viviendo de la caridad de un sobrino carnicero.
Daniel Moyano. Escritor argentino, italiano, indio y español. De chico robaba fruta con quien luego sería el «Che» en el huerto cordobés de Manuel de Falla. Violinista en el Cuarteto de Cuerda y Orquesta de Cámara de La Rioja. Murió en el exilio.
La dirección pone en conocimiento de los señores espectadores que en caso de fuerza mayor este elenco de figurantes se hará cargo de la representación.
No se devolverá, en ningún caso, el dinero de las entradas.
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Fugaz
lo que tarda una cerilla en consumirse
tras la chispa y el fulgor de la madera y el fósforo
el aleteo de tus párpados antes del sueño en que me sueñas
la mudanza de las aves y las hojas en los noviembres
del calendario
la gota de sangre y sus misterios bajo la lupa del miedo el mugido espeso de las reses camino del matadero
el llanto salobre y a solas del navegante y el farero
el abdomen de la abeja preñado de polen
esa nube que se extingue con la tarde
el exacto vaivén de la plomada certificando lo recto
el temblor del filamento cuando concibe la luz que nos alumbra
la boca azul del alarido y las escarchas del frío
lo que siendo fugaz permanece en nosotros,
terco y ligero como este dolor
que nunca acaba
de írseme del pecho
Elías Moro (Madrid, 1959) es autor de los libros de poesía Contrabando (Editora Regional de Extremadura, Mérida, 1987), Casi humanos (bestiario) (Germanía, 2001), Palos de ciego (El Pájaro Solitario, 2002), La tabla del 3 (De la luna libros, 2004) y la antología En piel y huesos (ERE, 2009). En el terreno de la prosa ha publicado el libro de relatos Óbitos súbitos (ERE, 2000) y el libro de textos breves Me acuerdo (De la luna libros, 1999), en colaboración con Daniel Casado. Una edición corregida y aumentada del mismo título, ya en solitario, acaba de aparecer en Calambur Editorial, 2009. Asimismo, sus poemas han aparecido en las carpetas Bestiario -con el pintor Luis Ledo-, y Abrazos -con ilustraciones de Petra Portillo- (Escuela de Arte de Mérida, 2006).
Tranviario de servicio en la página web http://www.delostranvias.blogspot.com/, acaba de inaugurar la bitácora http://www.eljuegodelataba.blogspot.com/.
La magia y el arte del inventario elevado a empresa de titanes pesa sobre tus hombros. Que los dioses te den fuerzas para seguir inventariando el mundo que está a tu alcance y nos concedan el don de seguir leyéndote.
ResponderEliminarEmilia Oliva