De la
mecánica de los cuerpos / erotismo y poesía (I)
Pablo Picasso Desnudo peinándose, 1952. Óleo, 150,5 x
119,4 cm Colección particular © Sucesión Pablo Picasso, VEGAP, Madrid 2010.
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por lo que
expresaría su indecibilidad en cada signo memorable repetible como besarle en
el cuello donde late aceleradamente la carótida o donde el lóbulo de la oreja desaparece humedecido o
en los párpados perfumados cuando ella cerraba los ojos para no
verle partir se repetirían sin fecha previsible roces signos de la piel Besaría su boca cerrada sus labios
enmudecidos Por saber hamar y
guardar el sabor de la plenitud en un instante perdurable Así el honor a la libertad le diera su
mejor tú No una fuerza ni un
territorio inexpugnable apenas una vocal dibujada con la mínima saliva donde
ambos acordaran la sal y el frescor
de lo intransferible
¿sabéis de
otro pacto mejor?
Víktor Gómez
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Desórdenes
Un juego por
debajo de la vida. Las cosas aparecen. Este rumor que hemos sentido cuerpo. Lo
que ha empujado con fragilidad. Cada paso que arrastra, de nosotros,
entre los laberintos y la puerta. La tiranía impaciente, abrimos la distancia y
lo precipitado: la lengua –balbuceos, incómodo lenguaje- Náufraga del idioma,
todo es distancia aquí. Son pequeños los ruidos que hacen la realidad.
Atravesada y lenta, indefinida, tan rota para el nudo como un golpe voraz. La
boca aguarda solo lugares impacientes.
Ana Gorría, de La soledad de las formas
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Te arrodillas, lo capturas,
bajas,
subes, miras, bajas,
no cedes,
no te relajas,
lo
acometes, te saturas,
lames alto
y bajo, apuras
el tallo y
mascas la flor,
chupas,
muerdes sin dolor,
y logras
que estalle, tragas,
y es gloria
que todo lo hagas
con ese
aire de candor.
Eduardo Moga, de Décimas de fiebre (inédito)
¶
en
y al fin hemos venido a
parar a mi sexo
a esta raíz
de los adverbios
tú crees
estar aquí y yo
adivinar
tus inicios en
ti
bastaría
con entregarse
a la
desposesión de los espejos
sin saber
quién
vierte las preguntas
ni de quién
el habréis de morir el uno para el otro
tan sólo
persiguiendo al que persigue
sin saber
en qué
casilla detenerse
ni de quién
el niña redondea tu letra redondea
ahora dónde
el
crecimiento y su quietud:
la
fruta
ya caída en
sal
¿me oyes amor? Empieza a dolerme
José María Castrillón, inédito
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Björk, Possibly maybe, 1996
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Onanismo
doble
Mi mujer y
yo somos la mar de felices: el sexo, ese regalo de los dioses, es nuestra razón
de ser como pareja, nuestro nexo de unión más fuerte y perdurable, un anclaje
cotidiano -y gozoso en grado sumo- al que no estamos dispuestos a renunciar
bajo ninguna circunstancia. Llevamos años practicándolo casi a diario y, aunque
os parezca mentira, no ha habido entre nosotros ni un roce, ni una mala
palabra, ni un reproche al respecto. Y mira que este es un asunto propicio como
ninguno para arruinar una relación a poco que te descuides.
Para evitar
el riesgo de una tormentosa y siempre desagradable ruptura, hace tiempo nos
pusimos de acuerdo en una puesta en escena que hasta ahora se ha demostrado
infalible para apuntalar la convivencia: sentados en los sillones de oreja,
frente a frente, ponemos nuestros sexos al aire, y hala, a darle cada uno al
suyo con fantasía y aplicación.
Con tal
cotidiana práctica, hemos desarrollado métodos que os costaría creer; aparte de
placenteros al máximo, cómodos, limpios y eficaces como pocos.
Y hemos
alcanzado tal grado de pericia y compenetración
que los orgasmos, en la mayoría de las ocasiones, se producen casi al unísono,
lo que, quieras que no, acrecienta el goce.
-Te quiero,
cariño -nos decimos al acabar, todavía acalorados y con la satisfacción de lo
bien hecho en el rostro, a flor de piel.
Eso de que
el roce hace el cariño no tiene porqué ser verdad. ¿Verdad?
En breve
cumpliremos nuestras bodas de plata.
Elías Moro Cuéllar, inédito
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El silencio
es el comienzo de un nuevo mundo
¡Jrap! Media habitación desaparece
Un vacío voraz devora la ciudad
Simas abisales cortan las calles
Troncos mutilados se afanan por huir
¡Dios se come el mundo!
En Síntagma miles de cuerpos deliran
Todas las palabras que se dijeron desde el
Génesis
Regresan ahora a las bocas
Silencio extremo; ¡nada se dijo, nunca!
Estoy en el Parlamento desvalijado
Una joven monja
Orina de pie echando a un lado su ropa interior
«Oh, Señor, fóllame, fóllame…», reza
La abrazo
Y con sus pechos –dos cabezas de leopardo–
Me descuartiza.
Larry Cool, Traducción de Mario Domínguez Parra
Larry Cool, Traducción de Mario Domínguez Parra
Maravilloso :-) Gracias.
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